LA CRUZ DE JESÚS
“De la misma forma como Moisés levantó la serpiente en
el desierto, así también es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,
para que todo el que en él cree tenga vida eterna” (Jn. 3: 14-15).
La referencia de ese versículo nos lleva al capítulo
21 del libro de Números cuando, por orden del Señor, Moisés hizo una serpiente
de metal para promover la cura de cualquier uno que fuera mordido por una
serpiente en el desierto. Moisés levantaba la barra, “el enfermo” miraba la
serpiente y era curado, de ese modo, el veneno no le hacía mal. Esta es una
enseñanza poderosa, pues su sencillez ha relegado el entendimiento de muchos a
un cierto misticismo. Tenemos la Cruz como una referencia para ser mirada, pero
ella no es más que un símbolo para la herencia hasta que El Señor venga. Preste
atención, mire bien al texto de arriba y vea que tampoco se menciona la cruz,
pero sí el Hijo de Dios. Es mirar para Jesús que trae vida eterna y no mirar a
la cruz en sí misma, pues ella por sí misma no es más que dos pedazos de palo
atados uno al otro.
Piense conmigo: antes de Jesús ser crucificado, quién
sanó a los enfermos? ¿Quién libertaba a los oprimidos? ¿Quién resucitó a los
muertos? ¿Era la cruz o era Jesús? La cruz no cambió a Jesús, me cambió a mí y
a usted, pues ahora en ella tenemos una referencia visible del gran ministerio
invisible que sucedió allí. Jesús siguió siendo Jesús y la cruz continuó siendo
dos pedazos de palo. Pero al juntarse para cumplir el propósito del Padre,
Jesús crucificado cambia la historia de la humanidad, comenzando por mí. Jesús
tan poco cambió la historia de la cruz de una manera general, sin embargo Jesús
mostró que en él cualquier maldición cambia en bendición. Con la serpiente de
metal hecha por Moisés era suficiente mirarla; con Jesús crucificado el texto
dice que es necesario, indispensable creer en Él – claro, pues el misterio es
invisible y la fe consiste en ver lo que no se puede ver con los ojos naturales
(Hebreos11).
Las serpientes que picaron a aquel pueblo en el
desierto representan el infierno atacando al pueblo de Dios y la serpiente de
metal representa a Jesús crucificado. Si tenemos fe en el Hijo de Dios y en Su
sacrificio hecho por nosotros, ni el infierno puede envenenarnos. La muerte de
Jesús en la cruz, por haber sido ÉL levantado en nuestro favor, nos libra de la
muerte y nos trae la promesa segura de una vida eterna con ÉL. No tenga duda de
eso, mi amado y mi amada, pues si Jesús hubiese venido a este mundo y hablado
hermoso sería apenas uno más. Sin embargo, ÉL se dio a morir en nuestro lugar y
eso nadie más lo hizo. La cruz es el símbolo de la victoria de Él sobre la
muerte y nuestra garantía de una vida eterna. Mi Jesús está vivo y actuante
para asegurarme y garantizarme algo que yo no merecía: vivir para siempre con Él.
Refuerzo lo que dije antes: la cruz es un símbolo visible de un ministerio
invisible. Ahora pongámonos de acuerdo: es un símbolo poderoso. Señor, gracias
por Tu sacrificio en aquella cruz trayendo cura para el veneno del pecado, del
infierno que me sentenciaba a la muerte eterna. En Cristo tengo vida Eterna y
eso nadie me lo puede robar. Aleluya!
En Él, que es la nuestra salvación, Pastor Rogério
Amaral
Nenhum comentário:
Postar um comentário
Com o desejo de ter você como companhia nesta caminhada e obra que o Senhor nos tem confiado, ficamos feliz com o seu comentárioa.
Que o Senhor lhe abençoe!