TRADICIÓN Y TRADICIONALISMO
“Negligenciando el mandamiento de Dios, guardáis la
tradición de los hombres” - Marcos 7:8.
No todas las tradiciones son malas. Existen muchas
costumbres que son saludables y agregan buenos e importantes valores. Un buen
ejemplo de esto es cuando una escuela tiene como tradición, tener una enseñanza
rigurosa, que prepara bien a los alumnos para el futuro. Otro ejemplo son las
tradiciones familiares: reunir a la familia en fechas específicas, la tradición
de los hijos reunirse para homenajear a mamá en el Día de la Madres o la
tradición de todos reunirse los domingos para saborear aquel plato delicioso de
la abuela, en fin. Este tipo de tradición debe ser cultivada y mantenida, pues
es bueno y agradable a la vida de todas las personas. Sin embargo, cuando el
asunto es la tradición religiosa, la historia cambia de figura, porque cuando
se trata de religión, la TRADICIÓN siempre se vuelve TRADICIONALISMO. Y, sí,
hay una gran diferencia en esto, pues, tener una tradición como las familiares
es algo bueno, ya el tradicionalismo es el apego incisivo a esos hábitos
religiosos que nada aumentan a la vida de las personas. Y la religión tiene
este poder maldito de volver imprescindibles cosas, que, en verdad, son
inútiles.
En la perspectiva del evangelio, los grandes
movimientos avivalistas de la historia como, por ejemplo, el avivamiento Moravo
del Conde Zinzendorf en el siglo XVIII, que dio base para avivamientos
posteriores y el caso de un evento tan importante en cuanto a la reforma
protestante, no tienen como fundamento el descubrimiento de una nueva idea
acerca del evangelio, el evangelio por sólo ya es nuevo.
Antes, su belleza está en descubrir la misma verdad
inmutable y liberadora de la palabra de Dios, del evangelio de la gracia de
Cristo Jesús. En el avivamiento Moravo, lo que comenzó a hacer toda la
diferencia, era la dedicación a 2 la práctica de la oración, lectura de las
escrituras, de las relaciones y de la ayuda mutua. No hay nada de nuevo en eso,
es más, nade es más básico para la fe cristiana que orar y tener comunión con
la palabra y unos con los otros, como podemos verificar en el libro de Hechos.
“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en el partir
del pan y en las oraciones” Hechos 2:42.
El gran profesor de Yale, Jaroslav Pelikan, definió
sabiamente la diferencia entre tradición y tradicionalismo. Este es la fe
muerta de los que viven y aquella es la fe viva de los murieron. Estamos más
para el tradicionalismo en nuestras iglesias que para tradición. En el
tradicionalismo, el hombre, las instituciones, son el centro, la razón de las
cosas. Hay una búsqueda desenfrenada por la apariencia, por la visibilidad. Es
impresionante cómo los tradicionalistas insisten en las pequeñas cosas que no
aportan nada. Son como los religiosos de la época de Jesús que sólo veían la
paja en el ojo ajeno y no veían la viga en el suyo. Ellos eran sepulcros
blanqueados – bonitos por fuera y podridos por dentro. El tradicionalismo es
una enfermedad caracterizada por la cleptomanía, por la voluntad intensa de
aparecer, de publicar sus hechos en todas partes. Son religiosos de final de
semana. Valorizan más la organización que el organismo.
Lamentablemente, los tradicionalistas viven basados
por lo que pueden ver, por lo que puede ser presentado-representado a los ojos,
al toque en la piel, en el cuerpo. Los tradicionalistas tienen mucha dificultad
de creer en Jesús sin ningún simbolismo y/o apariencia, los tradicionalistas no
consiguen cree-caminar en Jesús sin tener señales. Como fue dicho por Yale, la
tradición, la esencia trae-genera vida, nos trae a la memoria la fe viva de la
caminada y de la manifestación de Dios, con todo, esta misma esencia, estas
experiencias de fe deben ser vividas en las novedades de vida, en la caminada
diaria con Jesús, abierto a las posibilidades de Dios manifestarse, hablar,
hacer, salvar, operar hoy en día, de la forma que EL desee, como él hizo en el
pasado (la tradición nos nuestra un Dios que habla, que oye, que se manifiesta,
que ama, que opera milagros y maravillas), el tradicionalismo dice que Dios
tiene que continuar a manifestarse, a hacer de las mismas maneras-formas-métodos;
la tradición muestra que Dios es verdadero, es vivo, es presente, que se
manifiesta aunque no consigamos ver y que se manifieste siempre y en todos los
lugares. El tradicionalismo tiene la necesidad de ver, de prenderse a lo que ya
está acostumbrado, ya conoce, ya domina. La tradición muestra que la esencia de
Dios tiene que ver con la comunión con Dios y con el prójimo, muestra que el
prójimo es más importante que las cosas y/o formas (ver la vida de John Wesley
después de la experiencia del corazón ardiente). El tradicionalismo nos hace
valorizar-amar más a las formas, los métodos, las cosas que a Dios y al
prójimo.
Yo oro para que aprendamos a amar a Dios y a nuestro
prójimo independientemente de lugar, de forma, de día de la semana, de lo que
se ve o no se ve, de lo que se tiene o no se tiene, de lo que se siente como
emoción o lo que se deja sentir, pero sí por saber quién es Dios, por saber
cuánto EL nos ama y EL se manifiesta en todos los tiempos, en todos los
lugares, en todos los medios (desde que no vaya contra su propia palabra y
enseñanzas), por saber que el Evangelio de Jesús sólo es verdadero, sólo es
importante si da glorias a Dios y se alcanza al prójimo para edificar y para
salvar.
En Él, que le llamó para vivir en novedad de vida, Pst. Rogério Amaral
Nenhum comentário:
Postar um comentário
Com o desejo de ter você como companhia nesta caminhada e obra que o Senhor nos tem confiado, ficamos feliz com o seu comentárioa.
Que o Senhor lhe abençoe!