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segunda-feira, 9 de abril de 2018

Estudio: LA IGLESIA Y LA SOCIEDAD - Pr ROGÉRIO AMARAL









LA IGLESIA Y LA SOCIEDAD

El llamado de Jesús es para que su pueblo sea la luz del mundo y la sal de la tierra (Mateo 5:13-16 “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee. Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo”), es decir que Dios nos ha llamado para estar en medio de todo que es diferente de nosotros – sal y tierra, luz en un mundo que está en tiniebla (Juan 8:12, 12:35) -, aún en Romanos 12:1-2 dice que “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta”.

            Necesitamos comprender que la sociedad casi siempre está en la mano contra de la voluntad de Dios (1 Juan 5:19 “Sabemos que el que ha nacido de Dios no está en pecado: Jesucristo, que nació de Dios, lo protege, y el maligno no llega a tocarlo.19 Sabemos que somos hijos de Dios, y que el mundo entero está bajo el control del maligno”) y el llamado de la iglesia del Señor Jesús, que somos nosotros, es para influenciar y no ser influenciada, como la sal, es para dar la dirección, es para salvar los perdidos, tanto moralmente como también espiritualmente, como la luz del mundo.
            Independe del siglo, de la época, del contexto que el mundo, que la sociedad está y vive, la iglesia del Señor Jesús tiene que ser el buen sabor de Jesús en el mundo, la iglesia del Señor Jesús tiene que hacer con que la sociedad mírela y vea en ella, la iglesia, los verdaderos valores de Jesús, pues solamente los valores de Jesús, que se encuentran en la iglesia, generan vida y vida en abundancia. Por eso la iglesia de Jesús tiene que está informada, tanto con el conocimiento bíblico como también con todo que está pasando en la sociedad, como ejemplo tenemos la actual realidad de matrimonios gay, de matrimonio donde cada pareja vive en una casa separada, donde dicen que los niños que van a decidir con sexo tiene, entre otros tantos temas que existen hoy y van contra las enseñanzas de Jesús.
            Tenemos vividos días donde la iglesia no protesta más (nosotros somos llamados de protestantes, de aquellos que protestan contra el pecado, contra la injusticia), tenemos sido iglesia que no profetiza más contra el pecado de la sociedad (el principal llamado de un profeta es apuntar y condenar el pecado).
            Tenemos que entender que profetizando, que apuntamos, que condenamos el pecado, la injusticia tanto con palabras, con predicas, como también con nuestro testimonio, con nuestro comportamiento.
            Somos la iglesia del Señor Jesús, somos los que tienen que llevar esperanza para esta sociedad, que tenemos que buscar la injusticia para esta sociedad injusta, tenemos que, somos los que tienen que ser compasivos y amorosos en una sociedad llena de odio y rancor (Lean Mateo 5).
            Ayer, hoy y siempre la iglesia del Señor Jesús es y tiene que ser la esperanza para que la sociedad sea salva, para que la sociedad entienda que solamente los valores de Jesús generan vida, vida eterna en abundancia. Es con nosotros, la iglesia de Jesús, que Jesús cuenta para salvar el perdido, dar vista a los ciegos y anunciar el año aceptable del Señor (Lea Lucas 4).
            Como está en Romanos 12, no podemos amoldarnos a este mundo-sociedad, somos nosotros que tenemos que ser los transformadores con la gracia y la unción del Espírito Santo de Dios que en nosotros habita.
Pr. Rogério Amaral

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