OBEDIENCIA Y
PROSPERIDAD
Si
hay algo que influencia la vida de todo el mundo es el dinero, es más, es una
de las tres áreas que más generan problemas en una relación, las otras dos son
la comunicación y el sexo.
El
uso que hacemos del dinero es una expresión visible de nuestra fe, demostrando
cómo tratamos nuestra vida y la dimensión del valor que atribuimos a ella.
Mucha
gente se siente muy poderosa con el dinero porque permite adquirir muchos
bienes. Puede comprar el sexo, pero no el amor. Puede obtener el tiempo de
alguien, pero no su fidelidad y lealtad. Conquistar el placer, pero no la
felicidad.
Nuestras
creencias son como fuerzas que atraen y repelen cosas en nuestras vidas.
Nuestra creencia en relación al dinero puede tanto a traerlo como repelerlo. La
imagen que tenemos sobre el dinero es que nos da las convicciones a su
respecto.
El
diezmo, por ejemplo, no se resume a contribuir economicamente. Del mayordomo
cristiano se requiere que éste entregue el diezmo de su tiempo también. Si
todos nosotros hiciésemos esto, la evangelización mundial crecería a la
velocidad de la luz y no en el ritmo en que estamos.
Algunos
de los grandes influenciadores cristianos del último siglo surgieron al diezmar
su tiempo a la obra de Dios. Si Jesús murió por nosotros porque Dios, por amor,
entregó todo lo que tenía de más precioso, entonces la medida de nuestra
contribución revela la profundidad de nuestro amor.
El
amor desea dar, pero la codicia está interesada apenas en recibir. El texto
leído arriba, muestra el momento en que Saúl desobedece a Dios y pierde su
reino. Un acto de desobediencia hizo con que pasase toda su vida esforzándose y
sacrificándose para volver al camino.
Buscó
en oración a Dios durante mucho tiempo, pero no alcanzó más. Quiere decir,
ningún esfuerzo nuestro es capaz de darnos aquello que perdemos por
desobediencia. Nosotros cosechamos lo que sembramos.
Trabajamos
todo el mes para recibir un salario y al final cuando lo recibimos, lo que
hacemos con el dinero revela como vivimos.
Supe
de una mujer que tenía dificultad en aceptar la vida que su marido le estaba
proporcionando, sentía verguenza de andar en aquel carro tan bonito y hasta
cierto punto, caro. Aquella imagen de pobreza había sido grabada en su mente
durante la parte inicial de su vida. Pensaba que si fuese rica no entraría en
el cielo.
Ciertamente
es difícil para el rico entrar en el cielo, pero la razón no está en la riqueza
en sí, pero en la confianza que se deposita en ella.
Tanto
la riqueza como la pobreza pueden ser una prisión para cualquier persona. Día a
día yo pido al Señor para que haga una desconstrucción y reconstrucción en mi
vida financiera, en mi manera de ver y sentir sobre las cosas materiales, oro
para que EL cambie mis valores y principios que están equivocados y los coloque
en línea, de acuerdo con Su voluntad.
Cierto
pastor tenía una mentalidad equivocada sobre finanzas y Dios le decía a él para
cambiar para un departamento mayor, lo que él era reacio a hacer. Cierto día el
Espíritu Santo le preguntó:
–
Si yo le pido para cambiar para un departamento
menor, ¿Ud., va?
–
Sí, respondió él rápidamente.
–
Entonces, ¿por qué no quiere mudarse para la
casa mayor si le estoy pidiendo eso?
El
problema no era el tamaño de la casa, pero si él estaba siendo obediente o no.
Si no obedeciese, estaría pecando. Parece que todo se resume en ser obediente y
no si somos ricos o pobres.
La
esposa del profeta Oseas era infiel a él. Se daba a los hombres a cambio de
dinero. Y prostituirse es eso, entregarse a alguien a cambio de beneficios.
Quien
se entrega totalmente a su trabajo olvidándose de Dios y de la familia se está
prostituyendo emocionalmente. Quien ama a Dios interesado apenas en recibir
bendiciones materiales, se está prostituyendo espiritualmente.
El
Señor nuestro Dios desea prosperarnos, es algo propio de Él y es parte de Su
naturaleza. Pero amarlo solamente por eso, es entregarse por beneficios.
El
desea que seamos prósperos en todas las áreas de nuestra vida. Por lo tanto,
arrepiéntase de sus actos de desobediencia y prospere.
PIENSE, SE ANALICE:
¿He
vendido mis valores a cambio de algo?
¿Qué
puedo hacer para realinear mi vida a la voluntad de Dios?
¿He
permitido que el Señor Jesús realmente sea el Señor y el centro de mi vida?
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