COMO YO
CREO 2
Toda
tradición, todas las costumbres, todo rito, un día fue novedad, eso es, cuando
apareció, cuando surgió, cuando fue implantado era algo nuevo, era algo
innovador y prácticamente todo que es nuevo, como prácticamente todo tipo de
cambio, de mudanza, asusta, asombra y, por eso, nuestra primera reacción,
nuestra primera actitud es la de criticar, es rechazar, es condenar, es buscar
defectos y problemas, pues lo que es de costumbre, lo que es habitual, lo que
es rutinero, aquello que ya conocimos y dominamos, lo que ya tenemos el control
siempre nos parece ser el mejor.
Con base
en esta afirmación arriba que quiero continuar mi raciocinio donde el primero
tuvo el título “Como yo creo”, y aquí y ahora hablo de manera más didáctica
sobre tradición y tradicionalismo. Espero-deseo-oro para que sea de bendición a
todos.
La
palabra “tradición” parece diez veces en el Nuevo Testamento (Reina Valera,
1960) y once veces en el Nuevo Testamento (Juan Ferreira de Almeida, Edición
Revisada y Corregida, en portugués). De las once veces y/o diez veces, en
apenas una, en solamente una somos incentivados, animados a “guardar la tradición”
(Tes. 3:6) y eso en portugués, pues en español no se presenta ninguna vez la
enseñanza para de guardar la tradición. En todas las veces la “tradición” se
había transformado, se había tornado, se había se convertido en
tradicionalismo, y se encontraba, por eso, en oposición a los designios de
Dios.
El teólogo luterano Jaroslav Pelikan,
profesor emérito de la Universidad de Yale, hizo la siguiente distinción entre
tradición, de un lado y lo que denominó de tradicionalismo, de otro lado: él
dice:
“-Tradición
es la fe viva de aquellos que ya están muertos. Tradicionalismo es la fe muerta
de los que aún viven”.
En
el tradicionalismo el hombre, la institución son el centro, la razón de las
cosas. En muchos casos, prácticamente en la mayoría de los casos, el
tradicionalismo nos hace estar prendidos al pasado y no nos permite nos
contextualizar o mismo recibir nuevas orientaciones de Dios (enfatizo decir que
Dios no va jamás contra sus enseñanzas, pero lo que estamos tratando aquí es
sobre tradición y tradicionalismo).
La
tradición, por otro lado, es una caminata mirando hacia la fe de los cristianos
genuinos del pasado. La tradición liga el pasado al presente mirando la
construcción de un futuro promisor. La tradición es valorar los hombres y las
mujeres del pasado como los que son mencionados en Hebreos 11.
En
la Biblia, tenemos la tradición de los patriarcas, de los sacerdotes, de los
reyes, de los profetas, de los jueces y de los apóstoles. Esta tradición es un
legado, una herencia rica, llena de experiencias con el Señor y con el prójimo.
Nos es un fin en ella mismo. Es un medio
de bendición, es una escuela rica, hermosa en historias de los grandes hechos
de Dios en la vida de Su pueblo.
Quizá
el credo de los apóstoles sea un sumario de las grandes doctrinas cristianas
que debemos preservar.
Tenemos
conocimiento de críticas feroces contra iglesias que, como ejemplo, empezaran a
cantar alabanzas a Dios en ritmos actuales o regionales. Muchos dicen que esas
iglesias están se tornando “mundanas” al cambiar los “himnos santos”,
tradicionales, por las “músicas del mundo”. Lo que eses críticos parecen no
saber es que las mismas críticas, que ellos hacen a los nuevos ritmos, a los
ritmos actuales, en el pasado fueran hechas a los himnos que hoy tenemos como tradicionales.
Recientemente,
lamentablemente, tuvimos la noticia de la muerte del Obispo Federico Pagura. El
Obispo Pagura escribió himnos en ritmo de tango, creo que el más conocido es
“Tenemos Esperanza”, lo que fue una novedad, una innovación, y hasta hoy nos
regocijamos con los himnos de este hombre de Dios que se permitió ser usado por
el Espíritu de Dios en su época, en su tiempo y en su contexto.
Quizá,
se así sea la voluntad de Dios, yo escriba más sobre este tema.
¡Dios
le bendiga!
En
Él, que es el Señor de todos los tiempos, épocas, costumbres y tradiciones,
Rogério Amaral.
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