“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva...” (Apocalipsis 21:1)
Estamos en las Fiestas Patrias, ¡es el
cumpleaños del Perú! ¡Viva el Perú! ¡Cuán bueno es poder está en un país libre!
¡Felicito a esta nación y oro a Dios para
que en cada día ella sea más justa para todos los peruanos y los que aquí
viven! Sé que fue una conquista grandiosa, lograda con mucha lucha, donde
muchas personas dieron su tiempo y hasta su vida en busca de esa libertad, de
esa independencia que hoy todos los peruanos celebran. Alabado sea Dios por las
vidas que se entregaron a esta gloriosa conquista.
¡Que Dios bendiga el Perú! Que cada
gobernante, que cada peruano pueda valorar esta libertad buscando en todo el tiempo
mejorar a este país, mejorar a sí mismo y a cada peruano en todos las áreas de
la vida. Oro para que así sea.
Aquí, donde me alegro por esta fecha tan
hermosa y maravillosa, también quiero hablar sobre una conquista de la cual
tenemos que alegrarnos todos los días, una libertad conquistada por Jesús en la
cruz.
Cuando Dios envió a Jesús Él lo hizo para
darnos, aquí y ahora, una vida de paz interior (Juan 14:27 “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy
como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”), para darnos la luz de la vida en
esta vida de tinieblas (Juan 1:4-5, Mateo 5:13-14) y para darnos, también, la vida eterna (Juan 10:10, Juan
10:28: “yo les doy vida eterna y
jamás perecerán y nadie las arrebatará de mi mano”), como también, con la vida eterna, darnos una
nueva ciudad (Juan 14, Hebreo 12:22, Apocalipsis 21).
Saben, la
libertad nacional es algo maravilloso, lograda con muchos sacrificios y eso es
motivo de mucha alegría. Pero, aunque exista la libertad nacional, sabemos que
muchas personas aún viven como esclavos, esclavos de las drogas, esclavos
sociales, esclavos emocionales, pues aún vivimos en este país con muchas
personas malas, egoístas e injustas.
Pero,
cuando hablamos de la libertad dada, conquistada por Jesús, libertad ésta donde
Él dio su propia vida, donde Él sufrió todos los tipos de injusticias, donde Él
tuvo su cuerpo totalmente castigado, hablamos de una libertad que nos permite
una nueva vida, una libertad general, donde, aún aquí en esta tierra, Dios abre
nuestro entendimiento para poder discernir lo cierto de lo errado, lo malo del
bueno, lo justo de lo injusto y hace con que, si realmente fuimos libertados
por Él, vivamos una vida haciendo y predicando la libertad y la justicia (Mateo
5). Más aún, Jesús nos promete, nos garantiza una nueva nación, una nueva
ciudad, la ciudad celestial donde solamente habrá justicia, alegría, paz y
amor.
Celebremos
y vivamos la libertad nacional, pero apostemos también por la libertad espiritual, de la vida eterna y de la nueva
ciudad celestial. Eso es posible y real si usted cree en Jesús y lo acepta como
su único y suficiente Salvador y Señor.
¡Que Dios
le bendiga!
Pr. Rogério Amaral
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